Qué mejor forma de empezar la semana que leyendo a Héctor Velarde, notable arquitecto y escritor limeño, cuya visión satírica y crítica sobre la ciudad aún se mantiene vigente:
PSICOANÁLISIS DE LA CIUDAD
Héctor Velarde
La subconsciencia de una casa de Lima está en el
techo mismo de esa casa. La subconsciencia de la ciudad entera está en todos
sus techos. Es lo contrario de lo que pasa en los casos normales de
psicoanálisis en general. Lo sub de la conciencia, debe estar sub, es decir
abajo. Aquí, en Lima, está arriba. En los techos. En Londres, por ejemplo,
ciudad tan seria, la subconsciencia está en los sótanos.Lo no consciente pero
penetrado se hunde y duerme en la subconsciencia. Entre nosotros se tira al
techo donde se ventila, se moja su poquito o se asolea.
Desde que se construye
una casa, lo no pensado, lo oculto, lo reflejo, lo que parece no servir,
innecesario o inaparente, va directamente al techo. Sobre todo lo sucio. Son
grandes plataformas suspendidas y casi siempre inestables donde se acumulan en
capas superpuestas toneladas de basura mezclada con objetos como retratos de
familia, bacinicas, zapatos viejos, comoditas picadas y bicicletas rotas. Eso
se combina con la vida misma de la subconsciencia que se hace presente por
medio de pavos cantores, patos bañistas, cuyes asustadizos, gallinas ponedoras,
perros bravos, gatos equilibristas, loras habladoras, cabritas quejumbrosas,
plantas con flores, arbolitos en macetones y barriadas enteras de totora con
braseros de carbón de palo y aparatos de televisión con novelas a todo meter.
Como entre la
subconsciencia y la inconsciencia no hay sino un poco de torta o, a lo más,
algunos ladrillos pasteleros y una que otra teatina, el fenómeno psicoanalítico
socio-económico de los techos se enriquece con avisos luminosos más grandes que
las casas, tanques de cilindro en batería o de concreto en cascada, casetas de
ascensores como trampolines de piscinas olímpicas, chimeneas de todas las
industrias, cuartos de servicio pero que son de alquiler, tenderetes
napolitanos y playas de estacionamiento con rampa.
El problema de limpiar
los techos de Lima es pues un problema de psiquiatras, psiquiatras municipales
y urbanistas. Es de felicitarse que lo hayan encarado. Era lo indispensable
descargar el peso de esas subconsciencias acumuladas en las alturas y darle más
garantías a la población disminuyendo la presión de las inconsciencias
explosivas, todo lo cual puede enterrar, dentro de poco, bajo una lluvia
apocalíptica froidiana-capitalista, a la capital enferma. ¡Pero qué curación
más delicada y difícil! En psicoanálisis se conocen las monstruosidades que
afloran en la subconsciencia y las amenazas de la inconsciencia. La limpieza de
los techos de Lima puede dejar en libertad esas monstruosidades y desatar la
amenaza de lo irracional. La subconsciencia no tiene fondo y la inconsciencia
no tiene contenido: las casas pueden quedar vacías y los sesos de la ciudad
regados por las calles y confundidos con putrina de anchoveta. ¿La limpieza no
podría, quién sabe, hacerse con helicópteros para no turbar demasiado la
psiquis de los limeños cuyas azoteas son sus propios cerebros pero patas arriba?
Del libro: "Antología Humorística". Lima, Peisa, 1973
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