"Todos, en el fondo, llevamos nuestro tiempo, nuestro ritmo". Frase de "Lima Time" que me hizo pensar sobre la impuntualidad limeña y mi dificultad para escribir con frecuencia. Y mientras encuentro mi propio tiempo y mi propio ritmo, dejo el texto completo de Héctor Velarde:
LIMA TIME
Héctor Velarde
El otro día me invitaron a un matrimonio que debía realizarse a las 12 m. Era la 1 p.m. y los novios no daban señales de vida. Principié a desesperarme cuando oí una voz que me dijo:
- Yo soy Einstein. En la duración está la calidad del fondo de las cosas como en la proporción está la calidad de la forma.
"Bonita frase", pensé.
Luego continuó la voz:
- Todos, en el fondo, llevamos nuestro tiempo, nuestro ritmo. Si tú y yo tenemos igual fondo coincidiremos en la hora, en el compás, en la duración. Tu llegarás a las once en punto y yo también. Pero si tú y yo, siendo personas excelentes, tenemos fondos distintos, si tú, por ejemplo eres andaluz y yo suizo, nuestros tiempos no coincidiran. Yo llegaré a las once en punto y tu llegarás a las once y cuarto; tarde para un suizo, pero bastante bien para un andaluz. Esto explica la clase de fondo de que tratamos. Sabemos lo que es, pero su definición se nos escapa. . .
- ¿Se habrán escapado los novios? -le pregunté.
- No, no -susurró la voz de Einstein-. Lo que pasa es que en esta mágica Lima donde el rubio tiene sus minutos, el moreno sus horas, el mulato sus semanas, el negro sus meses, el cholo sus años y el indio sus siglos, resulta dificilísimo que todos estén a las once en punto. Cada uno lleva en su eterno fondo su eterno ritmo, su periodicidad implacable a pesar de todos los relojes y de todos los apuros.
- ¡Pero ya es la una, señor Einstein!
- Sí, pero ya tiene usted la clave de la hora limeña, de esa maravilla de adaptación, de acomodo, de amable, sonriente y melancólica manera de promediar el tiempo de todos. Se dice que la reunión es a las diez para que se reunan poco más o menos a las once y media. Unos llegan primeritos, otros después, y todos esperan, conversan, fuman y, al final, se funden en un solo momento... Están todos a la hora.
- ¡Yo me voy!
- Calma, calma, joven. Bailes, comidas, directores, juegos, bautismos, teatros y matrimonios tienen aquí siempre una iniciación prologada, amplia y suave que permite la exactitud limeña denominada por mí con la expresion L. T.
- Pero hay una excepción.
- ¿Cuál? -me preguntó una voz.
- Los entierros. El fenómeno es curioso, pero evidente. Los entierros salen siempre a la hora indicada, precisa, matemática. Toda la gente llega al mismo tiempo. Algunos se adelantan. Hay cierto apuro paradójico ante la eternidad. La carrera es inútil pero efectiva. ¿Será porque ya no hay nada que esperar?...
- Solución -replicó la voz-: L. T. es igual a cero. La muerte es la hora nula, fin de todos los ritmos y de todas las duraciones. En este caso, y solo en este caso, los limeños de diferentes fondos y formas coinciden, se igualan y se detienen en un mismo instante y en un mismo lugar. Es una pequeña concesión que le hacen a la cita de Dios. . .
- ¿Se habrán muerto los novios?
- Un poquito de paciencia. En la duración está la calidad del fondo de las cosas. El apuro es indecoroso. La precisión del minuto es límite sin trascendencia, sin más allá, sin gracia. La puntualidad puede ser práctica pero no tiene ninguna filosofía.
- Pero, señor Einstein, ¿y eso de que el tiempo es oro?
- Cosas de monderos falsos. . .
De pronto rompió la orquesta con la marcha nupcial y los novios entraron a la iglesia. Estaban sonrientes, radiantes, felices. Pasaron junto a mí hacia una eternidad luminosa donde el oro nada tenía que ver con ellos.
La voz de Einstein había desaparecido.
Del libro "Antologia Humoristica". Ediciones PEISA, 1973.