viernes, 3 de abril de 2015

Héctor Velarde: Leyes naturales

Para aquellos que nos quedamos en casa descansando, qué mejor que una lectura relajada y quizás cercana a la realidad:

LEYES NATURALES

Héctor Velarde

La selección es una ley, una purga. Elimina lo malo, limpia la especie y nos asegura el porvenir.

Hay dos clases de selección: la selección natural y la selección artificial. La ciencia tiene a veces estas clasificaciones ingenuas.

La selección natural es la darwiniana. Los climas imposibles, las bestias feroces, los insectos terribles y la hambruna continua, practican en este caso la depuración y limpieza de la especie.

Cuando no hay climas imposibles, bestias feroces, insectos terribles y hambruna constante, la selección es fatalmente artificial y practicada por el mismo género humano por medio de guerras, leyes y costumbres.

Ejemplo de selección artificial: Lima.

¿Cómo se practica esta selección en nuestra blanda Lima?

En los niños. Una vez al año. Los días de santo.

Es muy sencillo.

Totito cumple hoy, ocho años. Ayer se le dio magnesia para que tuviera el estómago limpio, ha pasado una noche agitadísima y se le ha vestido con su mejor traje, que, por ser del santo anterior y haber Totito crecido mucho, le queda naturalmente corto. Totito, debilitado por la magnesia y la mala noche, lavado, enjabonado como nunca, casi desnudo porque el pantaloncito de terciopelo no le baja de la ingle, saliendo cada minuto a la puerta de calle, espera febrilmente los regalos de la familia, que llegan generalmente antes del almuerzo. Totito principia a comer caramelos.

Totito está ya preparado, listo, en guardia para la lucha, para la gran experiencia, para la estupenda batalla selectiva.

A Totito se le ha organizado un almuerzo con amiguitos y amiguitas, en el jardín, en mesitas separadas, con cocktailitos, bocaditos y butifarritas. Todo para niños. Totito se atraca.

Luego vienen los juegos en el jardín. Totito no se baja del columpio hasta que las náuseas y el frío de la garúa lo ponen trémulo y verde. Entonces, para que reaccione, uno de sus tíos, deportista, le dice que apueste carreras. Totito se pone violeta y chorrea sudor. Totito, para refrescarse, se toma un litro de fresco helado de fresas crudas, que se ha preparado tres días antes para el caso.

Totito aguanta.

A las cinco viene el cinema y se instalan dos secciones: el cuarto para la función de programa infantil sonoro y la gran mesa de dulces en el comedor. Estas dos secciones están separadas generalmente por un patio con el piso mojado.

En la habitación que se ha escogido para la función cinematográfica se instalan los niños en el suelo. Totito en primera fila, se pega al ecran. Las amas de todas las razas y olores se ubican en los quicios de las puertas y algunos miembros prominentes de la familia entran, salen, dan órdenes, apagan la luz, encienden la luz y llaman a las criaturas al comedor después de cada película.

De un lado tenemos el ruido encordecedor de una máquina parlante de teatro metida en un cuarto, los dibujos animados en colores, que se repiten sobre las narices de Totito con la vibración y el apuro de un motor enfurecido, el humo denso de fumadores curiosos, la picazón en los ojos, el olor "in crescendo" de las amas y la gritería rechinante y aguda de los niños.

De otro lado, la mesa de los dulces con cuatro mil voladorcitos, merenguitos, chocolatitos, empanaditas, yemecitas, cositas de Cañete, cositas de Santa Ana y rodeada de gente grande que siente por entre las piernas a los niños, que, con la boca a la altura de la mesa, engullen como si los dulces les cayeran solos, uno tras otro, sin parar. . .

Totito pasa y repasa del cinema al comedor, rojo, hirviendo, hinchado, con los ojos brillantes, con las orejas encendidas, con los pantaloncitos en la ingle y atravesando el patio mojado.

Totito aguanta.

Llegan las ocho de la noche. El operador de cinema ya no aguanta más. Ha pasado ocho cintas de dibujos animados, en colores, con ruido y a toda viada. Los niños hacen un último repase en el comedor y vuelven al mismo cuarto de la función cinematográfica donde ahora suena la hora infantil de la radio. Ahí se oyen las voces endebles y lastimosas de las criaturas cantando tangos llenos de dolor sensual y de pasión primitiva. Totito escucha religiosamente cómo la percanta sale del cabaret para ir al hospital, cómo la vieja del malevo se muere de pena en un conventillo y por qué la farabuta infiel apuñaleó a una mina en el bulín de un jovencito gomina.

Totito repite todos estos cantos a pedido de las amas.

Totito aguanta.

Son las nueve y media. Los amiguitos se van. Totito queda como inconsciente con sus juguetes regalados. Los quiere hacer funcionar todos al mismo tiempo mientras le dan su sopa. Totito ya no puede abrir la boca, no puede moverse, tiene cuarenta grados de fiebre, delira. Le echan dos litros de lavativa, le dan tres aspirinas, se retuerce en una convulsión y se queda dormido. . .

¡Victoria! ¡Totito ha amanecido! ¡Totito ha triunfado! ¡Totito es fuerte! ¡Totito aguanta! La selección artificial ha defendido a Totito para que perdure, para que la especie se conserve y seamos todos felices.


Del libro "Antología humorística". Lima, PEISA, 1973

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