Un nuevo aniversario de Lima es una oportunidad para reflexionar acerca de las muchas caras y contrastes de nuestra ciudad.
Cada vez que salimos de casa a trabajar o estudiar, podemos apreciar diferentes paisajes urbanos. Tenemos edificios modernos, cerros ocupados, zonas antiguas, zonas emergentes y una serie de contrastes que vamos observando durante los trayectos diarios. Vemos una ciudad que ha crecido como ha podido y que sigue cambiando día a día, transformándose y reinventándose para dar cobijo a sus habitantes. Una y mil caras dentro de una misma ciudad.
Y entre tantas caras de la ciudad, encontrando de todo como en botica: todo se vende y todo se compra, el límite es la imaginación y la picardía de los emprendedores. Al final terminamos conviviendo entre diferentes realidades económicas y conociendo diferentes personas: jóvenes, adultos, peruanos y extranjeros, cada quien con sus propias virtudes y defectos. Todos individuos distintos pero al final iguales, unidos por esta ciudad variopinta y mezclada, donde la mezcla le da la sazón a la vida y al ajetreo diario, que al final extrañamos cuando nos encontramos lejos.
Han pasado 487 años y aún tenemos problemas que resolver, como la informalidad, la inseguridad y el racismo. Son grandes tareas pendientes para las autoridades y para nosotros también, que con un poco de respeto, tolerancia y esfuerzo, podemos aportar nuestro granito de arena para mejorar la ciudad.
