El tráfico de Lima tiene larga data y ya preocupaba medio siglo atrás, como veremos en el siguiente artículo del Arq. Hector Velarde, con su característico tono crítico y satírico. Cualquier semejanza con la actualidad es pura coincidencia.
EL FÓRUM DEL ATRAQUE
Héctor Velarde
El forum del atraque, o sea del tránsito, es el de mayor peligro para nuestra martirizada y calladita Lima. La quincha y el barro son materiales sufridos y sordos. Para solucionar el atraque, es decir para desatracarlo, todo lo que se nos ocurre técnicamente con estadísticas precisas y gráficos comparativos, es reventar a nuestra tres veces coronada villa. Abrirla como un queso con los sablazos de las grandes avenidas, necesarias, en extensas tajadas de paredes sueltas, trozos de corralones, pedazos de balcones, casas venerables desfondadas, conventos chuecos, iglesias mochas, placitas biscas y grifos, muchos grifos, rodeando alegremente monumentos y estatuas de héroes civiles y militares.
¡Oh, las avenidas!
Luego el gran programa dinámico y pujón de los edificios altos, muy altos, unos más altos que otros, de estilo sueco y con diferentes alineamientos para que se vean más bonitos, cada uno con su tremendo aviso en el techo como cresta monstruosamente amplificada de esqueleto de gallo estirado, y todo esto para ir al centro, para llegar al centro, sentado en un lujoso carrazo o en un folleque de muladar.
Pero, ¿a qué centro? ¿Donde estaría ese centro? Ah, ya, en el Palacio de Gobierno que quedaría como una islita intocable en medio de pampones con vereda y playas de estacionamiento. Perfecto.
Cada rasca-cielos, como chuparía y expelería aire y autos en proporción logarítmica con su número de pisos, exigiría, para que se luzca, un espacio vital de una cuadra a la redonda lo que traería, como consecuencia fatal, la destrucción franca o disimulada de todo o que se le acerque. ¿Y que es lo que se le acercaría? Lo poco que queda de nuestra pequeñita y tierna Lima de antaño. Lo único que queremos salvar y que todavía podría constituir el "centro" arqueológico de la ciudad.
Como el problema del tránsito no se solucionaría metiendo más autos en un centro minúsculo e inadecuado sino sacándolos de ese centro resulta que el sacrificio sería zonzo e inútil. Destruir por gusto el damerito de Pizarro a fuerza de bulldosers a chorro y en línea recta para tener la ilusión de alquilar un centro que desaparecería es casi una operación metafísica. Una paradoja. Anchar cañerías para que el agua se vaya a borbotones a otro centro... desconocido.
Para que no desaparezca el pedacito de la ciudad que amamos, porque, francamente, algún respeto le debemos a nuestros abuelos, nietos, historiadores de arte y turistas cultos, -la cultura esta en los huaquitos de abajo y en las callecitas de arriba- ¿por qué no se invierte la solución del problema?
La culpa no la tiene el número de autos inocentes ni las proporciones humildes y características de las calles centrales, no, la culpa la tiene la gente, el limeño mismo o el serrano que se limeñiza, y que es comodón, engreído, irrespetuoso, cunda, cabuleador, pero educado y fino. Para que no haya atraque todo lo que se necesita es evitarlo y para evitarlo se debe hacer lo siguiente:
- Que no se estacionen en las callecitas, como en su casa, señorones que suben a sus oficinas, niñas que compran cositas en las tiendas y dejan el carro al frente, choferes que leen el periódico, gente que baja y sube a conversar, jóvenes que andan despacito siguiendo a una peatona, etc. etc.
- Evitar el pare, siga, aguante y detente de los colectivos.
- Evitar el tamponeo definitivo de las callecitas por la elefantiasis de los tranvías y autobuses que dan vuelta abanicando las esquinas y espatando gente.
- Evitar la carga y descarga de camiones, carretas, basura, mudanzas y repartición de verduras en pleno día. Eso se hace de noche.
- Evitar los transeúntes bobos que se quedan parados en medio de la calle, las bicicletas culebreras y las motocicletas con su gorda atrás.
- Suprimir todas las flechas y señales blancas que apuntan para todos lados y los semáforos que pestañean y se contradicen con los piteos desesperados de los policías. Menos pito para que paren y más pito para que sigan. Ahora es todo lo contrario.
- Establecer callecitas sólo para peatones. Esto es lo que da tono al centro.
- Suprimir las playas de estacionamiento en las callecitas. Esto es lo peor. Banderita colorada, para, banderita colorada, siga, brinco de salida de un sótano, susto de peatones de entrada al túnel y luego más y más autos en la callecita atracada hasta el cien.
- Suprimir la venta de objetos, suertes y periódicos, perritos vivos y pomadas por las ventanillas de los autos.
- Suprimir las carcochas que se deshacen solas en las esquinas.
- Estacionar los autos fuera del damerito.
- Obligar a la gente que camine un poquito más... Como en cualquier otra ciudad que guarda su corazoncito.
Total; que los autos pasen, pasen, pasen, y aquí no ha pasado nada. La solución es baratísima. ¿No será que de puro barata no resulta?
En fin, yo no soy técnico, y de tránsito no sé sino sacar la mano para que no descuarticen a mi pobre Lima pequeñita y que, todavía, gusta tanto al extranjero aún subdesarrollado.
Del libro: "Lima City". Lima, Editorial Universitaria S.A., 1970.
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